Excavaciones que acaban viendo amanecer en el patio tras más de 24 horas despiertos.
Que acaban abrazados, bailando lento y sin música a a las 6 de la mañana.
Que acaban en risas, en camas "sin bicho".
Que acaban en miradas cómplices y en caricias en tu espalda.
Que acaban en despedidas, en lágrimas de tristeza e impotencia que se convierten en ataques de risa.
Excavaciones que acaban marcando tanto, tanto, que hay una parte de ti en que no acaban nunca.
Excavaciones como Santa Catalina 2016, que tienen un equipo tan, tan importante, que serán eternas.