En ocasiones alguien entra
en tu vida de la manera en que menos te esperas. A veces se va y olvidas, o recuerdas con cariño. A veces
dices adiós, y es para siempre. A veces una sonrisa sola se cuela en tu día y
le da luz, y luego se pierde y sabes que no la volverás a ver.
Y a veces, solo a veces, se
queda.
Se queda, y se convierte en
imprescindible, en luz en los momentos oscuros.
El destino te arrastra hasta
este tipo de gente, irremediablemente, inevitablemente. Sabes que debía estar
cerca de ti.
Y, bueno, tú eres una de
esas personas.
Has sido apoyo mil veces.
Tal vez más. Secando mis lágrimas y sacando sonrisas.
Pero ahora es diferente.
Te miro. Me miras y sonríes.
Yo no soy capaz, ha sido un día duro y es muy tarde. Sólo la noche nos hace
compañía. Y es entonces cuando, perdida entre lágrimas haces que te cuente qué
me pasa y haces lo imposible, lo improbable, lo único que necesitaba para
seguir adelante. Y así, siendo tan tú, me arrancas la primera sonrisa de la
noche, entrelazando nuestros caminos de una forma que yo no me atrevía a soñar
ya. Me devuelves la esperanza. Y me haces feliz, feliz como no he sabido ser en
meses. Y vuelvo a tener ilusión, y creo en lo que soy capaz de hacer.
Y eso me lo has enseñado tú.
Gracias. Por ser tan tú, y por quererme así. Porque se que contigo soy
más fuerte. Y de pronto, ya no tengo miedo.
Gracias, de corazón.
Te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario